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Confesión 1. Me voy haciendo mayor

Que no, que igual este no es el foro para afrontar mi futura crisis de los cuarenta. Pero algo tiene que ver con lo que vengo a tratar, así que me vais a perdonar si empiezo este rollo de hoy rememorando un episodio de mi adolescencia, en los remotos y felices años noventa. 

Hay días en los que la tecnología te golpea en la cara y te hace ver las cosas de manera diferente de repente y para siempre. Este episodio del que os hablo es uno de esos días. Recuerdo ir a ver a un amigo en Alicante, Luis se llamaba, una tarde cualquiera después del colegio. Recuerdo que al llegar allí me lo encontré sentado frente al ordenador con una sonrisa de oreja a oreja. Le pregunté qué hacía ahí y me dijo que ahí andaba, “conectado a internet”. Jo. Internet. Yo de aquellas todavía trataba de entender qué era eso del Internet. Antes de aquel día mi padre me había intentado explicar: “Es como un corcho gigantesco. Un lugar en el que la gente puede ir poniendo sus papeles con chinchetas y que cualquiera en cualquier lugar del mundo puede verlos”. A mí como definición me valió, la verdad. Internet era un corcho, fin. Pero al preguntarle qué hacía mi amigo conectado a aquel corcho me dijo que lo que estaba haciendo era chatear en la web ole.com. 

¿Cómo? ¿Que se puede hablar EN TIEMPO REAL con la gente de todo el mundo a través de una caja de texto? Me explotó la cabeza. Me enseñó de qué iba la vaina, flipé como en la vida y aunque al rato ya estábamos hablando de cualquier otra fricada, aquel golpetazo digital no se me borró ya nunca.

Supongo que lo bueno de ser millenial es eso, ¿no? Que uno vive el cambio de lo analógico a lo digital con la edad suficiente como para poder entender más o menos lo que pasa sin que por ello le siga pareciendo pura magia. Y después de aquel bofetón tecnológico vinieron muchos, muchos más. De pronto podías bajarte canciones. Podías ver vídeos. Buscar en google. Podías tener un diario. Podías tener un móvil con pantalla táctil. Podías tener redes sociales…

Confesión 2. No todos los días se cambia el mundo

Y es que sí, hay días que el mundo cambia por completo, y el modo que tenemos de comunicarnos, de conectarnos, de trabajar o estudiar se tiene que adaptar a esos cambios. Pero no todos los días ocurre. No todas las revoluciones son revolucionarias. Hay descubrimientos o avances que necesitan asentarse y otros directamente fracasan (¿qué tal vais con clubhouse?).

A aquellos que nos dedicamos a la comunicación, sea cual sea nuestra especialidad, casi se nos obliga a estar al tanto de cada avance, por pequeño que sea, y ser expertos al segundo. Pero hay novedades que quedan atrás y otras que nunca llegan a asentarse. Por eso lo importante no es tanto el dónde, sino el qué. No importa dónde te comuniques o la última herramienta que tengas para ello, porque al final el cerebro humano está acostumbrado a escuchar o leer las mismas historias, los mismos mensajes, una y otra vez. Desde que los rapsodas griegos contaban historias a grito pelao sobre Ulises hasta los videojuegos de realidad virtual sobre superhéroes futuristas. Desde el papiro de Shem a los anuncios en el metaverso. Todo cambia, sí, pero de alguna manera todo sigue igual. 

Confesión 3. El futuro ya está aquí

Bueno, bueno, bueno… ¿y qué pasará con los creativos publicitarios cuando las máquinas tomen el control? ¿Serán desterrados a la basura de la historia? Puede que sí, puede que no, pero lo que está claro es que la inteligencia artificial podría reemplazar cada vez más tareas que antes eran realizadas por seres humanos. Podríamos estar viendo una invasión de máquinas que sean capaces de generar diseños publicitarios y mensajes personalizados en cuestión de segundos, y a un costo mucho menor que el que cobran los creativos humanos. 

Quizás todavía necesitemos a los humanos para eso, aunque quién sabe, tal vez las máquinas se vuelvan tan sofisticadas que incluso sean capaces de hacer que lloremos con un anuncio de detergente para la ropa. En resumen, la inteligencia artificial puede que sea el futuro de la publicidad, pero nunca se sabe, la creatividad humana siempre podría tener un as en la manga.

Confesión 4. La confesión 3 es de Chat GPT

Sí. He tenido que pedirle que por favor sea lo más apocalíptico que pudiera, pero tampoco se ha mojado mucho. Supongo que tengo que aprender a usarlo mejor. Y de eso se trata: de saber usar la tecnología que tenemos a nuestra disposición para hacer lo que llevamos haciendo desde que pringábamos las paredes de la cueva con nuestras manazas neandertales. Conectar, comunicar, emocionar, divertir… sin importar del todo lo que uses para ello. No seremos imprescindibles en el futuro porque nunca lo fuimos. Pero es divertido conectar entre humanos, ¿verdad? Por eso nos dedicamos a esto… de momento.

Para ver más confesiones creativas da clic aquí.

Martín Brotons, Planning & Creative Director at Samy Alliance. 

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